En Cerro La Campana, Mauricio estaba probando una ruta sencilla cuando apareció un perro callejero que empezó a ladrar cada vez que él intentaba moverse. Los amigos decidieron grabar la escena: cada paso estaba acompañado de un ladrido de “¡dale!”. Lo gracioso fue que al llegar arriba, el perro ya estaba esperándolo, como si hubiera subido por otra ruta. Desde entonces, sus amigos llaman a ese perro “el verdadero entrenador”.
En Cerro La Campana, Mauricio estaba probando una ruta sencilla cuando apareció un perro callejero que empezó a ladrar cada vez que él intentaba moverse. Los amigos decidieron grabar la escena: cada paso estaba acompañado de un ladrido de “¡dale!”. Lo gracioso fue que al llegar arriba, el perro ya estaba esperándolo, como si hubiera subido por otra ruta. Desde entonces, sus amigos llaman a ese perro “el verdadero entrenador”.